Tienes derecho a ser tú. O a ser quien quieras. Tienes
derecho a vivir, a volar sin alas. A llorar, a secar tus lágrimas, a sentirte alguien,
a dar el primer paso y el último, a no desfallecer, a mirar siempre al frente.
Tienes derecho a tener un camino, derecho a seguirlo y derecho a terminarlo. Derecho
a decidir. Derecho a caer y a levantarte. A tener un nuevo despertar, un nuevo
día y una nueva noche. Derecho a cantar, a no parar de hablar y a protestar. A
no dejar de sonreír, a hacer reír a los demás. A escuchar y a ser escuchado.
Tienes derecho a apoyarte en alguien, a ser querido. A querer y a odiar. Derecho
a recordar, a echar de menos. Derecho a olvidar. Derecho a cerrar los ojos y pensar,
a no poner límites a tu imaginación, a tus sueños. Tienes derecho a cumplirlos.
Derecho a ser un niño cuando lo necesites. A creer en algo, a creer en ti. A
saber quién eres. A ser libre, a comerte el mundo. Derecho a entender, a tener
respuestas. A que el tiempo se pare. A que pase más deprisa. Derecho a que tus heridas cicatricen. Tienes derecho a sentir la
lluvia caer sobre ti. Derecho a ver amanecer. Tienes derecho a ser feliz.
Y tienes el derecho a todo esto sólo por ser quien eres. Más
que el derecho, la obligación.
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